Exhumación de la fabula

El escritor Vicente Muñoz Álvarez publica en Hankover tres poemas extraídos de la antología de Javier Bello Exhumación de la fábula, Chamán Ediciones, Albacete, 2016

I
¿Qué es una casa donde todos duermen?
¿qué significa el canto de una casa dormida?
¿una casa blanca donde uno o tres o dos duermen?
¿qué significan los dormitorios cuando cada uno de los invitados al fasto dialoga con su propio preferido espíritu y no habla, pero no puede callar la proliferación en los ojos y en los labios ni espantar a las hormigas de los lugares rosados?
¿qué significa una casa cuando en ella sólo viven dormidos?
¿qué rastros fosforescentes dejan los ángeles que vienen a comunicar el sueño, la oscuridad y los nombres a los que están desnudos, desnudos porque han entregado sus manos a la fuente y al cántico y en eso ya no descansan?
¿qué significa esa sombra sin líneas y qué signos quedan después regados por el piso como astros sobrantes?
¿qué dicen los que duermen en el fondo del cuarto cuando no dicen nada?
¿qué habitación es la que se va muriendo y escucha el resoplido de un árbol?
¿qué alcoba se extingue de oscuridad y signos y vierte una leche espesísima para el abandono del amanecer, como si alguno orinara, como si alguno orinara?
¿Quiénes son los dormidos y cuáles son sus patronos?
¿quiénes los deudos del roble de donde mana la voz y la sustancia de la luz?
¿quiénes lían la fábula de los dormidos como si fueran espejos de otras formas, lentas bestias plateadas cuyo resplandor no brilla y en la oscuridad se deshace?
¿quiénes sostienen el flujo de los que levitan sobre lechos y sábanas sin dejar en el bestiario del polvo ni siquiera un rastro de nieve muy tibia, necesaria siempre para la exhumación?
¿quiénes sostienen el mármol con las manos del sueño y siguen ese rastro por un pasillo de aceite, a tientas, a gatas, como con ojos fijos?
¿qué significa una casa donde todos duermen y por qué los dormidos dicen de sí mismos que no tienen espíritu?
¿No tiene acaso espíritu una sustancia del tamaño del mar?
¿no tiene espíritu el mar si es verdad que canta y su canto revienta en medio de la soledad del vacío, donde no hay ni un caballo ni una espiga ni un álamo?
Yo nunca he querido responder a las preguntas del sueño para que brillen incrustadas en mis palmas y en mis yemas se vean verdes y mis amigos las lean antes de saltar y se hablen.
Nunca he querido responder a las preguntas a las que nadie en verdad contesta y florecen en una zarza parecida a la piedra de la elocuencia.
El aire recibe la suposición de mis amigos.
 
El fulgor del vacío
(1997)
Jaula del padre
De todos los que comen de esta mesa
el único que vive de su fuego es el padre.
Yo no sé de donde vienen estas piedras
ni tampoco conozco a quien las trajo,
pero aquí las comemos, pero aquí las mascamos.
Salvaje padre sorprendido en tu error,
enemigo caliente de mirada amarilla,
me refiero a tu casa quemada por los bárbaros,
me refiero a tu lecho marcado por un nudo,
me refiero a tu alma que sale a predicar a la calle
el domingo volcánico de los evangelios,
palabra medio rota que envenena el suburbio
coronado por la lengua de un ángel,
coronado por la lengua que has de obedecer,
el decimal que te dará la muerte.
Padre en silencio, eliges el peso de tu voz,
el exacto calibre que arma tu vergüenza,
el bastón de la rabia, el cristal de la sed
cuando el cáncer congela tu garganta
y te deja alucinar en su hueco.
Padre furioso contra un sol de neón
padre furioso contra un grito de fuego,
encerrado con la luz que no entiendes,
encerrado en la jaula del mal,
perseguido por tus bestias de piedra
ofendes la raíz de los árboles.
Las hormigas se comen un perro,
el perro se come la cara de un hombre,
el hombre el excremento de un buey.
Bajo las mantas están tus hermanos
agazapados en la lágrima de su propio calor.
Este fuego es su fuego, y es mi fuego también,
este fuego es su hambre con las alas de mosca.
Un hombre se come la cara de un hombre.
Yo, mi padre, el padre de mi padre.
Las jaulas 
(1998)
*

Javier Bello. Fotografía: Valentina Campos

Juan Larrea
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler cuando cruzan la noche.
Yo estoy con los pobladores del entrepiso que queda justo a mitad de camino
entre la cabeza y la lluvia, entre la cabeza y la intemperie.
Justo en mitad de la niebla somos sólidos ojos cerrados,
visiones del que hace sonar las campanillas cuando cruza la cerca de regreso a su casa
después de mucho rezar para volver.
Tenemos las rodillas tan largas,
caminamos oscuros
bajo la noche sola.
Yo estoy con la verdad de los muertos
si la loza de todos los patios se rompe
y los peones del asesinato se esconden tras los armarios del cementerio.
Yo estoy con la verdad de los muertos, de pie en la cabeza de los vivos.
Un poema es un nudo en la muñeca,
un poema es un encargo de fruta del más allá,
un poema es un cardo que en cada espina tiene escrito recuerda, recuerda, recuerda.
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler
camino de ninguna parte.
Ellos vendrán, sus ojos serán ardientes
y tú hablarás, corazón de madera.
Javier Bello, de Exhumación de la fábula. Antología 1997-2015 (Chamán Ediciones, 2016).