Javier Lostalé, escritor

QUIEN lee ama, pues, aunque esté solo, no hay nada que desde su silencio o ausencia deje de responderle hasta cobrar una presencia que acompaña como el amor. Quien lee ama, porque durante la lectura se crea una tensión en la que un paisaje se reconoce más allá de su aspecto físico y de sus luces al establecerse una relación psíquica semejante, por su correspondencia, al amor. Porque la memoria empieza a actuar y va cobrando sentido lo más olvidado y teniendo voz lo más mudo, resurrección que tanto se parece, si no lo es en sí misma, al amor. Porque sentimos un impulso solidario que nos acerca a lo marginal y nos enseña la verdad del dolor. ¿Acaso no brilla entonces, puro, el amor? Porque sentimos de pronto al llegar a una determinada página una fiebre inexplicable, como inexplicable es la naturaleza del amor. Quien lee ama, pues al crear dentro de una realidad antes desconocida toca, sin saberlo, el misterio del amor. Y al no temer, mientras lee, las aventuras arriesgadas, se embarca en la maravilla de lo desconocido, como le sucede al amante. Quien lee amó, y con palabras por otro ser escritas consagra lo amado. O se dispone a amar, y en el espejo de un libro arma su corazón para que venza en todas las batallas. Hasta los más desahuciados ven cómo nace en su firmamento vacío una estrella. Y la siguen. “Quien lee vive más”. ¿Y no es amar vivir más?

Javier Lostalé, La luz de lo perdido; Ed. Esther Peñas

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© de la fotografía: Jorge Villa