Homenaje en México al escritor Guillermo Samperio

El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) de la ciudad de México, realizará el próximo 17 de enero, un homenaje a nuestro querido y admirado autor Guillermo Samperio, autor de “Volvimos a escuchar ese adagio de Mozart”, tercera referencia de nuestra colección de poesía “Chamán ante el fuego”

Recordando a Guillermo Samperio
Fecha: martes 17-enero-2017 19:00 hrs.
Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Figura esencial del cuento mexicano, forjador de generaciones de narradores, versátil artista plástico y destacado promotor cultural, Guillermo Samperio será recordado por el INBA a un mes de su fallecimiento.

Participan: Silvia Molina, Felipe Garrido y Hernán Lara Zavala.

Recordando a Guillermo Samperio (1948-2016)

Recordando a Guillermo Samperio (1948-2016)

 

 

"VOLVIMOS A ESCUCHAR ESE ADAGIO DE MOZART", última obra publicada por Samperio. Fotografía: Rocio, Popular Libros.

“VOLVIMOS A ESCUCHAR ESE ADAGIO DE MOZART”, última obra publicada por Samperio. Fotografía: Rocio, Popular Libros.

 

la patria

La he buscado en los rincones más impenetrables,

incognoscibles,

o ininteligibles,

el más insondable océano,

en los interminables desiertos y selvas,

entre los pentatrillones de estrellas,

planetas,

asteroides,

constelaciones

o nebulosas,

al borde del infinito de infinitos,

debajo de mi cama llena de tiliches,

en el ropero de mi abuelo que no se había abierto en 40 años,

pero no encontré a esa desarrapada de nombre patria.

Humo de hoja de higuera

Todavía llevo el son de tu voz en el oído, como si una sirena me anduviera acompañando y cantara tonadas marítimas. Aunque sus cantarcillos y la reverberación de tus caricias sensuales me hacen compañía, aun te extraño, es decir te deseo; me gustaría que nos amáramos de nuevo en sábanas de alcatraces, azucenas y pétalos de amapola, entre la humedad y nuestros sudores, mezcla sobre el lecho florido, navegando en una crema púrpura y blanca, olvidados del cosmos y los microcosmos, sólo entregados a las explosiones  de nuestros cuerpos. Estábamos en una habitación donde el humo color hoja de higuera nos rodeaba, tarareando canciones orientales; el tiempo podrá crepuscular, ensombrecer, alborear y nuestros cuerpos sobrevivir entrando y saliendo uno del otro.

Luego, vendrá el largo reposo, tu cabeza recargada en mi hombro y escucharás palabras de arroyos serenos y eléctricos; el humo de la hoja de higuera subirá lento, su delgado hilo dibujará frases como: “disfruto el tesoro de tus aguas profundas”, “los vericuetos de los ríos subterráneos de nuestro amor se funden”, “alas líquidas de la doncella desfalleciente”, “mis labios en la amapola de tu pubis”, “me hundo en las hojas de alcatraz de tus nalgas”, “el bautismo en tus labios, alimento púrpura-jugoso en tu boca”, “levantarnos aves con alas de jazmines, un mismo vuelo, nuestros cabellos en las claras nubes grises, volutas verdosas”, “tu corazón y el mío unirrítmicos en los confines de nuestras mejores y más volatineras emociones”; aquí pone punto final la ceniza del hilillo humeante y cruzo la calle entre camellos y búfalos.

El ligero horizonte que dejamos

El sonido del bambú es el ligero roce de hojas de helechos sepias y se desprende de la delgadez de tu cuerpo cuando caminas por el pasillo de flores diminutas que brotan necias en la arena para vivir un día y desfallecer cuando el cielo es un ser hecho de ojos, o cuando cruzas la pierna sentada en las orillas del agua del río Nilo que fluye sutil, con un pie hundido entre peces dorados y rojos, que se asustan cuando mueves tu dedo meñique; el sonido del bambú es apenas el silbo de los juncos tiernos que asoman discretos al borde de la humedad, mientras despuntan atildados junto a un lirio rozado que las aguas pausadas acarician y luego se van hacia tierras más desérticas.

El sonido del bambú es un delgado ensueño mientras me voy quedando casi desmayado, asido por el rumor silencioso del joven desierto anciano y el inmaculado de tu cuerpo se abre con serenas dunas que de súbito habitan breves remolinos de filamentos oscuros donde una humedad distante aflora entre nuestras piernas hechas de arena, se disuelven unas en otras y ya no sabemos cuáles son tus palabras y cuáles las mías, dónde comienza tu cabello de bermellón discreto y dónde mi pelo de plata.

El sonido del bambú suena al ligero horizonte que dejamos en las sábanas y las colchas árabes, son los trazos de un pintor antiguo que se tomó mil y una noches en dibujar línea a línea y tono a tono para mostrar, sin estridencias, el encuentro de ambos cuerpos que, a su vez, hicieron un dibujo complejo en cada movimiento de su vida, mucho antes, cuando en la Tierra sólo se escuchaban desfallecer las cascadas, el bisbiseo de los ríos sin nombre, el canto de aves que no nos sobrevivirán, o cuando en el galáctico espacio gigante donde está el sistema solar sólo había un gran vacío, un momento antes de que la magna estrella hiciera explosión y formara una multitud de planetas, asteroides, lunas, o el mundo donde habitamos tú y yo, con sus mares, sus montañas, sus sabanas, sus ríos con el sonido del bambú, el viento que lo hace silbar con amor entre las hojas de helechos sepias, los juncos al lado del lirio de tono coral semejante a tus labios que se mueven suaves y a profundidad en mi entrepierna para expandirme en el ensueño del desierto inmenso donde pequeños remolinos juegan con tus senos y brotan las necias flores amarillas para languidecer a las veinticuatro horas, antes del amanecer, en el momento en que la blancura resbala por tu barbilla.