El libro blanco

Aparecemos en Hankover, el blog del escritor Vicente Muñoz Álvarez

El escritor Vicente Muñoz Álvarez  quien próximamente publicará su antología poética Gas (Lupercalia, 2016), siempre nos hace un hueco en su blog, desde donde promociona muchos de nuestros libros. Queremos agradecerle desde nuestra web el tesón y la ayuda para promocionarnos, así como los años de carrera literaria que lleva a sus espaldas “peleando a la contra”, como diría Bukowski.

Dejamos el link así como un par de poemas de El libro blanco, de Augusto Rodríguez, en librerías a partir del 15 de septiembre

http://hankover.blogspot.com.es/2016/09/el-libro-blanco-augusto-rodriguez.html

Los envenenados

La serpiente de la palabra

es una enfermedad agónica

en nuestra lengua.

Es mi debilidad

mi dolor que no es un simple dolor

un túnel indescifrable.

Me entrego a este vuelo luminoso

que no es una simple trayectoria lineal

de ave o rayo,

es algo más desenfrenado.

La serpiente de la palabra

no es simplemente un reptil

que se divida en símbolos

significados y significantes

al oído de los mortales

que vivimos espiando sus huellas.

Tengamos precaución

de no morir envenenados

que todavía hay luz y no todo es noche.

Un cuerpo inflamado por las llamas

Un cuerpo inflamado

por las llamas se abre

de par en par ante mis manos.

Vuela esparcido por los aires

como ceniza sin hueso.

Circula por los orificios de la respiración

como virus o cáncer.

Un cuerpo inflamado

explota en el cielo

y llueve ácido y dolor.

Es un peligro desafiante

que no teme a la noche.

Un delito penoso y gravitante

que celebra la identidad anónima

de sus heridos.

Un cuerpo inflamado

es una bomba de tiempo

para el transeúnte cobarde

y agónico que vive

en esta ciudad inconclusa.

VI

Para qué seguir moviendo las manos si no pueden tocar a las gaviotas que vuelan heridas; para qué seguir anudando corbatas si los amantes las niegan a la hora del sexo; para qué seguir desamarrando cabos y lanzando anclas cuando el barco de nuestras vidas cruzan nuestra epidermis llena de rabia; para qué seguir buscando a mi padre que está enterrado diez metros bajo tierra; si la tierra que mañana nos cubrirá los párpados será el lodo que naveguen nuestros animales de la ira; para qué seguir si el miedo nos paraliza en el páramo de la noche y tenemos las alas rotas y el corazón bajo llave, esperando que nos toque el inexistente triunfo; para qué seguir cuando mi padre respira por los orificios de la muerte y la madrugada me trae el aroma de su perfume y su beso es un pez enterrado en mi boca; para qué seguir apretando los puños si el abandono del beso y del abrazo es mi propio destierro; para qué seguir si espero que mi memoria muera envenenada y la palabra ya no nos condena y queda el poema tatuado en el cuerpo; para qué seguir si el poema está escrito y yo soy un vagabundo que se perdió camino de regreso a la tumba de su padre.

AUGUSTO RODRÍGUEZ