Portada de Rocinante, Alfred Corn, Chamán Ediciones

El poeta Antonio Rodríguez reseña Rocinante, de Alfred Corn, y realiza una entrevista al autor

“Rocinante” de Alfred Corn y entrevista al poeta (por Antonio Rodríguez)

Rocinante

Alfred Corn

Traducción de Guillermo Arreola

Chamán Ediciones, 2016

Portada Rocinante

La segunda entrega de Chamán Ediciones ya está en las librerías. La publicación de un nuevo libro de poesía siempre es una buena noticia; pero, cuando se trata del primer libro en español de un autor como Alfred Corn, se convierte en un acontecimiento.

Alfred Corn (Bainbridge, Georgia, 1943) ha cultivado todos los géneros y ha desarrollado una sólida carrera intelectual vinculada a la literatura y a la docencia, ejerciendo como profesor en algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Su dominio de varias lenguas (francés, alemán, italiano o español) lo han convertido en un traductor excepcional, destacando sus trabajos sobre Rilke. Como poeta, es autor de diez libros, entre los que se encuentran All Roads at Once, A Call in the Midst of the Crowd, The Various Light, The West Door, Present, Contradictions, Tables o Unions. Precisamente, una selección de los siete primeros, magníficamente traducida por el mejicano Guillermo Arreola, es lo que nos ofrece esta edición.

El gran peso de la poesía norteamericana contemporánea hace imprescindible la divulgación en el resto del mundo de sus autores más destacados. Sin embargo, la enorme variedad de este panorama hace difícil un conocimiento solvente del mismo. En ocasiones, se asocia esta poesía a unas líneas concretas y se olvida la riqueza del conjunto. Por eso es importante este libro, porque representa una tradición que parte de los grandes poetas visionarios y del New Formalism, a pesar de que el mismo autor nos ha advertido en varias ocasiones de lo inapropiado de esta denominación.

Fotografía de Alfred Corn

Rocinante ofrece un recorrido cronológico por casi cuarenta años de trayectoria poética. Su título es, a la vez, un homenaje a Cervantes y una hermosa metáfora del cuerpo, en la que el rocín viejo y flaco, fiel montura del hidalgo, se identifica con la dimensión física del ser humano en el camino de la vida.

Hay muestras de poemas extensos como “An Oregon Journal”, de marcado carácter narrativo, y otros mucho más breves; pero en todos se aprecia la sutileza verbal y la elegancia que caracterizan a su autor. “Meaning is only a moment / contained; but form is legion” nos dice en uno de los poemas, afirmando una de sus señas de identidad.

El interés de Alfred Corn por la forma poética no solo se aprecia en el ritmo de sus composiciones, que emplean recursos como la rima interna, sino que se extiende también a su trabajo académico, como lo demuestra el estudio The Poem’s Heartbeat: A Manual of Prosody. En palabras del propio autor, la rima nunca  ha desaparecido de la poesía norteamericana, a pesar de la concepción mayoritaria que se tiene en España.

Pero el valor de la obra de Corn no reside únicamente en la forma, sino en una mirada poética que es capaz de analizar tanto la realidad circundante como la interioridad del sujeto lírico: “Nothing left but the desire / to speak the truth. This is yours, the silver / cord is severed, and the case reopens”, leemos en “The Adversary”.

Heredera de la mejor tradición, su poesía es una búsqueda de conocimiento, un recorrido rico en matices por los dominios de la Historia, del pensamiento y de lapsique. Sin caer nunca en el culturalismo excesivo, Corn recurre a menudo al objeto artístico para indagar sobre la condición humana o para desentrañar la historia, como en el espléndido poema “Fotografía”:

“[…] Más tarde, desde nuestro naufragado siglo, el reportaje

alimentará las revistas para hacerlas verosímiles:

[Depresión]. [Frente Popular]. [Un dictador en el aire].

Documentos amontonados, apilados como leña,

como los muertos [osario que no ha sido incinerado],

dispersión en oleadas de anonimato en plata…”

Una riqueza de contenidos que recorre todos los temas universales y se adentra en la naturaleza humana, como en el precioso poema “A un amante seropositivo” o en el titulado “San Antonio en el desierto”, que indaga en el tratamiento del amor y entronca con la poesía de San Juan de la Cruz. “Nada humano te es ajeno; / eres, pues, mortal”, leemos en la tercera parte del poema “El adversario”, como un lema memorable capaz de elevar a su autor, por sí solo, a un lugar de privilegio en la poesía contemporánea.

Leer a Alfred Corn es adentrarse en los terrenos más sólidos de la poesía universal; un viaje por paisajes conocidos que se renuevan ante la mirada sabia de los grandes maestros. Frente al lenguaje vacío, la dictadura de las modas y el avance de la barbarie, Chamán Ediciones nos ofrece un regalo maravilloso. Como muestra, un fragmento del ya citado poema “El adversario”:

II

Sobrevives, diste cabida

a los milagros, y nada se transformó.

Tu mente, un día frío, las colinas

aferradas al escenario.

Sólo ante las apariencias eres sabio.

Las das por hecho, desórdenes

heredados al ser humano, clínicamente nombrados, cada uno

un oasis, posiblemente un espejismo, señalando

un lánguido horizonte. Añejas avenencias y una naturaleza

reconciliada nos culpan de los errores del espíritu.

Vacilas en el siguiente paso, una costumbre

contagiosa como un resfriado, el sujeto forzado

a quedar mentalmente puertas adentro, luz apagada

la nieve devela los contornos, multiplicando

probabilidades hasta que tu ánimo mude.

¿Me reconocerías si portara otro atuendo,

quieto reflejo, tú allí, sin intención

delictuosa, que, pura e imparcial,

arruine lo que tocas? El teatro de la vida no se representó

en un templo, tus premisas monótonas, prosaicas,

propias de un mudo espectáculo, las estratagemas,

trucos de la actuación y la diplomacia.

Quise llevar vida a mis labios como

si fuera agua pura –y tu mano intercede.

ENTREVISTA AL POETA ALFRED CORN

La traducción de la entrevista fue realizada por el novelista Eloy M. Cebrián.

Fotografía 2 de Alfred Corn

 




A día de hoy, se reconoce su obra poética como un referente en el panorama de las letras estadounidenses, según muchos críticos literarios. Conocemos también la admiración por su obra en Inglaterra, Francia e Italia ¿Cuál es el motivo por el que aún es un autor desconocido en lengua castellana?

No soy un completo desconocido en México. A raíz de una lectura que hice en Casa Lam (Ciudad de México) apareció un artículo titulado “La felicidad no es de una minoría: Corn” (La Jornada, Ciudad de México, 1-8-1999). El difunto poeta mejicano Manuel Ulacia era amigo mío y yo había visitado México muchas veces, en una ocasión como participante en el Festival de Poesía de San Miguel. Fue entonces cuando conocí al novelista Guillermo Arreola, con el que he mantenido una cordial correspondencia desde entonces. Por ello me agradó mucho su oferta de traducir algunos poemas míos. Pero nunca he publicado en España, y celebro la feliz oportunidad de poder hacerlo. Me gusta pensar en este libro como en una repatriación, ya que uno de mis antepasados, Abraham Israel de Pisa, nació en Toledo en 1575. No estoy seguro de si la teoría jungiana de la memorial racial se puede justificar científicamente. Lo que sé es que cuando visité España en 1974, los paisajes, la arquitectura, la gente y la música me resultaron familiares.

 ¿Por qué decidirse a publicar con una editorial independiente de nuestro país?

Fue por sugerencia del poeta Antonio Rodríguez Jiménez, por el que siento gran admiración. Él me habló de vuestra condición de editores debutantes impulsados por todo el fervor que caracteriza las grandes empresas. Desde nuestras primeras charlas me sentí favorablemente impresionado por vuestra inteligencia y dedicación.

En contadas ocasiones se ha hablado de usted como un integrante del movimiento americano “New Formalist” ¿Qué es ese movimiento literario, cuáles son sus autores y que hay de cierto en esa vinculación de su obra a dicho grupo?

La verdad es que no tengo el carné de socio de ningún movimiento literario, pues prefiero trabajar con independencia. Supongo que  el hecho de que la mayoría de mis poemas posean una estructura métrica ha sido el motivo mi adscripción a dicho grupo, que desde los 80 abogaba por el uso del metro y la rima. Desde luego, me gustan el metro y la rima. Y algunos miembros del grupo son amigos míos. Pero creo que el término “formalismo” es engañoso, pues se puede confundir con el formalismo ruso, teoría literaria según la cual un poema no posee un contenido cognitivo que pueda aislarse de la forma que adopta. El término “nuevo” también es inexacto. No ha habido una sola década en la poesía de los EE. UU. en los que desaparezcan el metro y la rima. Se trata de una tradición ininterrumpida. El término “nuevo formalismo” fue usado por primera vez por un periodista que no estaba a favor del movimiento. Los miembros del grupo asumieron el término, pero yo sigo teniendo dudas acerca de sus connotaciones.

Harold Bloom habló en una ocasión de la importancia de su obra  como “una extensión extraordinaria e inevitable de la tradición de Nueva York y de los grandes poetas visionarios, que van desde Poe y Whitman a Ashbery”. Esto fue debido a sus primeros libros ¿Cómo repercute esto hoy en su obra dicho de un gran chamán literario como es el propio Harold Bloom?

No lo sé. Me tengo por un crítico solvente cuando se trata del trabajo de otros, pero carezco del distanciamiento necesario para resumir de forma cabal mis orígenes y mi trabajo. Se trataría de una mera especulación por mi parte.

 Sabemos que en la antología publicada por Chaman Ediciones hay un poema traducido por el tristemente desaparecido poeta Manuel Ulacia. Éste era nieto de dos referentes de la Generación del 27: Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. ¿Qué relación literaria mantenía con el poeta mejicano?

Me gustaba mucho Manuel. Lo conocí en New Haven en 1981, cuando él trabajaba en una tesis doctoral sobre literatura española, en la universidad de Yale. Supe que era un devoto seguidor de Octavio Paz, a quien me presentó cuando estuve en México. Leí su poesía, que era notable en muchos aspectos, incluido su deseo de referirse a la experiencia gay de forma abierta en unos tiempos en que pocos poetas hispanohablantes lo habrían hecho. En los años siguientes nos encontramos varias veces durante mis viajes a México. Una vez estuve en su casa de Coyoacán. También conocí a su madre, hija del gran poeta español Altoaguirre y de Concha Méndez. Y me interesó mucho saber que la familia Ulcia había acogido a Cernuda durante sus años de exilio. Su muerte me entristeció profundamente, aunque supe que sufría de una depresión que no pudo solucionarse con medicación. Una gran pérdida para mí y, por supuesto, para la poesía en castellano.

Sabemos que el breve poema traducido por Ulacia, November Leaves, ha sido un texto que ha inspirado algunas composiciones musicales en EE.UU. ¿Qué nos puede comentar al respecto?

Hubo una adaptación del texto en inglés firmada por el compositor Charles Fussell. Que yo sepa no se ha hecho todavía una adaptación del texto castellano.

Guillermo Arreola es conocido por su obra pictórica y por sus novelas ¿Cuál fue su decisión a la hora de contar con este artista a la hora de llevar parte de su obra al castellano?

Guillermo me dijo que le gustaría traducir algunos poemas míos, y naturalmente me agradó mucho esa posibilidad. Es un narrador excelente y, además, un pintor de gran talento. No puedo concebir un traductor mejor para mis poemas. Mientras mantuvimos correspondencia, siempre tuve la sensación de que él me entendía perfectamente.

Una de las características fundamentales de su obra poética es el uso de rima interna y el cuidado del ritmo estrófico ¿Cuáles son sus referentes poéticos?

Tengo la sensación de que me han influido todos y cada uno de los escritores que he leído. Incluso los malos, en la medida en que suponen un ejemplo de lo que no funciona en la composición literaria. Ciertos críticos han observado semejanzas con Elizabeth Bishop, John Ashbery y Hart Crane, lo que es posible, puesto que los he leído a todos ellos con atención y admiración. De hecho, he escrito ensayos críticos sobre dichos autores.

Entre los poemas que componen Rocinante aparecen dos que muestran el lado más espiritual de usted. Uno de ellos es “St. Anthony in the desert”, un poema que podría situarlo cerca de nuestros autores místicos (San Juan de la Cruz).  El otro es “To a lover who is hiv-positive”. Ambos parten de concepciones distintas pero en los dos lo espiritual se sitúa en el ámbito del AMOR como fuerza trascendente que supera el caos, el miedo y la muerte. ¿Qué de cierto hay en esta afirmación?

Sí, es totalmente cierta esa afirmación.

El poema  “Photography” es un poema duro, es una apuesta estética difícil y arriesgada. Deja en él una serie de reflexiones sobre la vida a través de instantáneas fotográficas. “…springs long gone, whose available sun will never set” sentencia al final del poema ¿cómo nace la concepción de este poema? ¿Es su intención realizar con él una síntesis de vida?

Siempre me ha fascinado el arte de la fotografía y, en mi calidad de crítico de artes visuales, he escrito sobre el tema, en especial en el libroAaron Rose Photographs. Estoy convencido de que es posible crear un equivalente verbal de la fotografía, usando palabras que trasmitan información visual sin connotaciones abstractas. En cualquier caso, eso es precisamente lo que trata de hacer este poema. Sigue la historia de la fotografía y de ese modo recrea la historia de la experiencia humana durante los últimos 150 años.

La imagen de cubierta del artista Sergio Delicado hace alusión al nombre del libro Rocinante: un recorrido a través de su obra, libro a libro, igual que el recorrido del viejo caballero y su caballo a través del campo manchego. ¿Por qué decidirse por este título?¿qué vínculos cierra El Quijote y Cervantes con usted?

Concibo la experiencia humana (al menos cuando ésta se vive de forma consciente) como una peregrinación. Geográfica, pero también una peregrinación a través del tiempo y de varias fases de evolución psicológica y espiritual. Don Quijote de la Mancha fue el primer clásico español que leí, una obra maestra que dejó en mí una impronta imborrable. Puede que Unamuno acierte cuando llama a Don Quijote “Nuestro señor”. A fin de cuentas, “La sabiduría de Dios es la estupidez de los hombres”. El “ingenioso hidalgo” (transformado en “ingenioso caballero” en la segunda parte) está loco, pero de una manera noble: desea realizar buenas acciones. Para mí, es el prototipo del artista, no totalmente racional, tal vez temerario, e inspirado por un alto ideal. Por supuesto, esto lo enfrenta a la ordinaria realidad de la gente ordinaria, que solamente ven irracionalidad en él, en lugar del aspecto ideal de la empresa. Sin embargo, no me atreví a titular mi libro “Don Quijote”. Un modo de contemplar al ingenioso caballero y su montura  es como una conjunción de espíritu y cuerpo. En realidad, este caballo en concreto, como su nombre indica, no es un en absoluto un corcel, sino un mero “rocín”. Cuando se han cumplido los setenta, como es mi caso, se mantiene una relación extraña con el cuerpo. Resulta decepcionante que no sea lo que te gustaría que fuera. Pero sabes que te ha servido bien y que merece respeto, tal y como muestran sus cicatrices de combate. En el siglo XVII había muchos caballos jóvenes, hermosos y fuertes. Pero el que recordamos es el viejo y débil Rocinante. Sin su caballo, un hombre no puede ser un caballero. Sin el cuerpo, nadie puede escribir un poema.

Antonio Rodríguez

VER: http://www.lagallaciencia.com/2016/06/rocinante-de-alfred-corn-y-entrevista.html